Respecto al detalle de las prácticas controversiales
(figura 7), la más señalada es “publicar
sin verificar el contenido”. En este sentido, es importante precisar
que los
periodistas que identificaron
esta
práctica aclaran que el medio sí publicó luego de verificar el
contenido,
siendo el editor quien detectó la falta en los despachos realizados por
los
alumnos en práctica.
La segunda más identificada es la
utilización de micrófonos y cámaras ocultas, razón por la cual en el
caso de la televisión (como indica la figura 6) se identifica un
porcentaje mayor de prácticas controversiales, en comparación con otros
tipos de medios. Con relación a las prácticas que tuvieron mayor
mención, es importante destacar el común denominador recogido por parte
de los editores, para comprender las razones de los errores o faltas en
que incurren los practicantes.
En primer lugar, destacan que los estudiantes en práctica tienen a
creer que las redes sociales son una fuente válida por el solo hecho
que hay detrás una persona que denuncia. Desde este punto de vista,
muchos estudiantes utilizan las redes sociales no solo como
un medio de información, sino que también como una fuente de
“reporteo”. Al respecto, se advierte la necesidad (por parte de los
practicantes) de evaluar el peso específico de la fuente, es decir, si
a partir de esa sola fuente se sustenta la noticia por sí sola. A
partir de lo anterior, se reitera la necesidad de chequear y re
chequear los datos que se reportean, ante el uso masivo de información
disponible en redes sociales.
En cuanto al uso de cámaras o micrófonos ocultos, la tendencia de los
practicantes es realizar grabaciones en sectores donde está prohibido,
mas que descubrir a personas o develar acciones o eventuales delitos.
Asimismo, los editores advierten la necesidad de establecer límites de
acuerdo con la ley vigente al minuto de grabar a personas sin su
autorización, por ejemplo, enfermos en un hospital o menores de edad.
Muchas veces los alumnos están en el límite de lo ético y los editores
deben reforzar este punto en la práctica diaria.
Por lo anterior, es válido precisar nuevamente lo que indican las
orientaciones programáticas de los canales de televisión. Un ejemplo de
ello es Canal 7 Televisión Nacional de Chile, señal pública que precisa
que deben evitarse en lo posible el registro audiovisual, de audio o
imágenes que intervengan indebidamente la intimidad de una persona, ya
que puede afectar sus derechos fundamentales y solo se remite a un uso
excepcional para responder a razones muy justificadas, tales como:
servir a un propósito noticioso importante que no es
posible obtenerlo con métodos abiertos de captación, existencia de
indicios que las imágenes develarán conductas criminales o
antisociales, que no se revele la identidad de las personas que se haya
captado. Además, precisa que no se utilizarán cámaras no visibles para
grabar a niños o personas en situación de desventaja cuando estos sean
perjudiciales (TVN, 2017: 152).
En este sentido, la observación que indica el editor tiene estrecha
relación con los aspectos que es necesario reforzar entre los
estudiantes en práctica, al momento que llegan con el resultado de su
reporteo o previo a este.
5. Reflexiones a
partir de los resultados
Tras realizar este estudio, desde el quehacer académico surgen
inquietudes y también una invitación a la reflexión, lo que se
traduce en nuevos desafíos para la formación de los próximos
periodistas. El primero de ellos tiene relación con el impacto que
generan
las asignaturas asociadas a la ética. No deja de llamar la atención que
el alumno (desde que ingresa hasta que egresa de la carrera) no da
cuenta de una variación importante en su percepción de las conductas
éticas que resultan reprochables en el ejercicio periodístico, más aún
cuando ellos mismos consideran esta variable como una amenaza hacia la
profesión.
Determinar si la ubicación de la asignatura o la cantidad de estas
puedan incidir en la percepción ética, deja una arista para nuevas
investigaciones. Al respecto, podemos encontrar antecedentes en la
formación de periodistas en Europa que dan cuenta de estudios al
respecto, pero sin una mirada única o ampliamente consensuada de cómo
abordarlo.
En este sentido, Díaz del Campo (2013) indaga en cuál debería ser el
lugar de la ética en los planes de estudios y a partir de una extensa
revisión bibliográfica, concluye que no hay una respuesta categórica y
que lo relevante es su presencia en los currículos de estudios. Por una
parte, plantea que la ventaja de incluirlos en los primeros años
generaría mayor toma de conciencia de los alumnos y su importancia
desde un inicio de su formación. Por el contrario, expone
que quienes defienden la incorporación hacia finales de la carrera
argumentan que los estudiantes tendrían mayor conocimiento sobre la
naturaleza del ejercicio profesional por lo que les resultaría más
simple comprender cuestiones éticas.
Más allá de la ubicación en el plan de estudios y la búsqueda de un
consenso, resulta relevante comprender el ejercicio práctico de la
profesión al interior del plan de estudios. A partir de este punto, es
válido plantear un equilibrio entre lo teórico y práctico, ya que las
asignaturas vinculadas a la ética y legislación periodística tienen un
componente principalmente teórico. Sin embargo, en las asignaturas
prácticas, los alumnos ponen a prueba y evidencian la formación
valórica asociada a la profesión.
El denominado “método por saturación”, planteado por Christians y
Covert, plantea que los aspectos éticos deberían estar contenidos en
gran parte de los cursos de la carrera y así los estudiantes
asimilarían las cuestiones éticas en el ejercicio práctico, como por
ejemplo en el reporteo (ápud Díaz del Campo, 2013). La principal
defensa a este método alude a que la ética es inherente al periodismo,
que una correcta formación debería considerar desde los primeros años
de carrera estos contenidos y que tendría el beneficio de no generar
una discusión de estas materias de manera aislada solo en unas
asignaturas y no comprenderlo como algo global. Cabe precisar que el
“método de saturación” aparece en programas de periodismo,
principalmente en Europa y en los Estados Unidos, los cuales no cuentan
con asignaturas específicas de ética.
Si bien este último punto plantea una posición distinta a la que existe
a nivel local, sí es destacable la
conjugación de lo teórico y lo práctico que plantea. Muchas veces en el
ensayo y error, un estudiante (al realizar trabajos prácticos asociados
a una asignatura) se encuentra con un dilema ético real, al
que debe responder en función de su formación valórica. En este
sentido, es válido plantear un justo equilibrio entre los aspectos
teóricos del plan de estudio y la puesta en práctica en los ejercicios
en terreno, donde los riesgos a la ética y la legislación pueden ser
identificados en un contexto académico.
Un punto importante para reflexionar, en función de los resultados de
este estudio, tiene relación con que lo declarado por los estudiantes
no se condice con sus primeras experiencias personales. La práctica
“publicar historias sin verificar el contenido” es la que obtuvo el
segundo mayor rechazo por parte de los estudiantes mientras cursan la
carrera, pero es la que más identifican los editores cuando los reciben
para realizar su práctica profesional. En este punto es fundamental
insistir en verificar el origen de la fuente, examinar el dato una y
otra vez. En la actualidad, la tecnología les permite a los profesores
verificar la autenticidad y fiabilidad de lo que reportean los alumnos,
más allá del olfato que entrega el ejercicio profesional.
Por lo tanto, en este punto es fundamental recordar el ya señalado
“ensayo y error”, más aún cuando los estudiantes (al ser nativos
digitales) utilizan la Internet como la principal fuente de
información, que bien utilizada es fiable, pero pueden privilegiarla en
desmedro del contacto presencial (a veces un llamado), lo que les resta
el ejercicio en terreno. Entregar información verificable, de manera
irrenunciable, es algo que el alumno debería tener muy interiorizado en
su quehacer.
El periodista en el ejercicio de su profesión, como señala Urzúa (2005:
17), enfrenta una situación compleja porque “la forma de hacer pública
su profesión consiste en precisamente en publicar, en colocar el objeto
de su trabajo, el mensaje informativo, en conocimiento de la sociedad”.
Ahora bien, esa tarea implica que (desde la formación académica y para
cumplir un rol social) se debe comprender que detrás de esos hechos hay
personas. Así, es importante sensibilizar acerca del tratamiento que
reciben las personas en los medios cuando se difunden acontecimientos
en que se ven envueltas, principalmente
asociado a tragedias, enfermedades,
catástrofes, entre otros. En este punto, es clave insistir en el
respeto por la dignidad de las personas.
En el actual contexto en que se destapan escándalos de diversa índole,
cobertura de noticias falsas, casos de plagios de entrevistas o
investigaciones publicadas en medios de otros países (que reflejan
conductas contrarias no solo a la ley, sino también a la moral y a la
ética), Rushworth Kidder advierte que sería imposible “sobrevivir en el
siglo XXI con la ética del siglo XX”, advierte que “esto significa que
no sólo estamos hablando de la ética profesional de los periodistas,
sino de la respuesta a los desafíos morales de personas e instituciones
que integran la sociedad contemporánea” (Santibañez, 2013: 77).
Un desafío que va más allá de una disciplina en particular y que desde
la academia resulta no solo indispensable, sino también apremiante el
tener que recogerlo, por el rol que ocupa en la sociedad.
Fuentes consultadas
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Extraída el 3/X/2017 desde
http://www.anatel.cl/wp-content/uploads/2017/07/orientaciones-
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http://www.
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_(2013). ¿Ética Periodística? ja, ja, ja. Santiago de Chile: Bravo y
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Urzúa Aracena, M. (2005). Periodismo y ética. Temas actuales. Santiago
de Chile: Centro de Estudios Bicentenario.